Por
Mario Romero
En unos días se conmemorará
en México, y en otras latitudes del mundo, el Día del Trabajo. Una fecha por
demás importante para la clase trabajadora en la que se recuerda no sólo a los
mártires que murieron en busca de mejores condiciones laborales, sino también
los principales preceptos contenidos en el artículo 123 de nuestra Carta Magna.
La pregunta es: “¿Hay algo
que celebrar todavía este 1 de mayo?” El cuestionamiento viene a cuento porque
al leer esta mañana los encabezados de la prensa escrita, me enteré de que las
cifras oficiales sobre desempleo en el país no son muy exactas, en otras
palabras, están “maquilladas”.
De acuerdo con el Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el número de personas sin empleo
en el país, hasta el 2011, es de 2.5 millones, sin embargo, un estudio del
Centro de Análisis CAM de la Universidad Nacional Autónoma de México revela que
la cifra podría alcanzar los 8.7 millones de mexicanos desempleados.
Dicho estudio señala también
que, en lo que va del sexenio del presidente Felipe Calderón Hinojosa, el poder
adquisitivo de los mexicanos se ha deteriorado en un 42 por ciento y los
precios de los productos de la canasta básica han aumentado hasta un 12 por
ciento, en promedio, en el último año.
Y qué decir de los
constantes incrementos a los combustibles, al gas y otros insumos de primera necesidad.
Por eso este texto sobre el Primero de Mayo nos invita a preguntarnos si
realmente hay algo que celebrar.
Ante un panorama económico
no muy alentador para la clase trabajadora, es importante cuidar nuestro
salario, tratar de ahorrar por lo menos un 10 por ciento del sueldo mensual
para enfrentar cualquier imprevisto que pueda afectar la estabilidad de la
familia.
Aunque parezca una frase
trillada: “más vale prevenir que lamentar”. No hay como vivir tranquilo y sin
preocupaciones para tener una buena calidad de vida.
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